Últimos días en La Gomera

4 de enero 

Hoy empiezo el día viendo amanecer desde el porche de la casa rural. 



Decido dedicar el día a acercarme caminando hasta el Mirador de Abrante, unos 15 kilómetros entre ida y vuelta. Bajo por la carretera hasta el poblado de Ibo Alfaro, desde donde asciende la ruta. La primera parte del sendero es un rompe piernas , aunque con escalones que facilitan la subida. Las vistas a la que se asciende son espectaculares. 









Luego me toca trepar por rocas bastante tiempo. En un punto del camino, sin embargo, el sendero está cortado por desprendimientos. Me planteo intentar trepar, pero me parece difícil, más aún cuando hay un par de cactus por medio con las rocas. Como tampoco sé cuánto tiempo continúa el camino con rocas, al final acabo dando la vuelta y descendiendo. 


Como plan alternativo después del par de horas que llevo caminando decido conocer Hermigua, que es algo que tenía pendiente. Camino casi dos kilometros hasta el Convento de Santo Domingo, fundado en el siglo XVII. 




Luego retroceso hasta la Iglesia del pueblo. 


Y me acerco hasta el Pescante de Hermigua. Al legar hay una verja que recomienda no pasar o hacerlo solo bajo tu propia responsabilidad. Aunque de natural suelo ser prudente, como veo que hay un par de coches aparcados (luego veo un par de personas nadando en la piscina natural), decido pasar, aunque las rocas en la carretera intimidan y voy muy pendiente de si cae alguna, a pesar de las mallas de sujeción que tienen puestas en las paredes. 










Regreso al pueblo y almuerzo en un restaurante, antes de caminar los más de dos kilometros que me quedan hasta la casa rural. Dedico el resto de la tarde, hasta que anochece, a leer y relajarme en el porche y, luego, ya de noche a trabajar un rato en los sexenios. 

5 de enero

Hoy hago una ruta hasta el Caserío del Cedro, pero caminando desde la casa. Salgo del barrio del Estanquillo, a unos 10 minutos del alojamiento. La primera parte de la ruta discurre casi entre la maleza con vistas a los Roques del pueblo. Cruzó un río (me toca descalzarme porque las rocas están resbaladizas) y subo en prolongada pendiente, siguiendo una tubería hasta una presa. Las piedras están resbaladizas con agua y barro, pero me ayudo de la propia tubería. Desde la presa hay buenas vistas. 












Tras una agotadora subida y una buena sudada (hoy hace calor) llego a las inmediaciones del Chorro del Cedro. Luego paso por el área recreativa y el restaurante del Cedro, siguiendo hasta la ermita y pasando de nuevo por la casa El Laurel, en la que me alojé en su día. Desde el área recreativa de Las Mimbreras se coge una pista forestal y luego se vuelve a descender entre las rocas. 

Iba a seguir hasta la ermita de San Miguel en Hermigua, pero como veo una indicación hacía El Barrio del Corralete, donde me alojo, tomo este ramal y a pesar de que el camino está bloqueado en algún punto por árboles caídos llego directamente a la carretera y a la casa rural. 







6 de enero 

Sobre las 11 dejó la casa rural y me acerco al Mirador de Abrante. Aunque lo encuentro cerrado, camino medio kilómetro después de aparcar el coche y contemplo la vista desde el lugar, tras resbalarme y caerme en la rampa de acceso por el barro... Esta noche y parte de la mañana hemos tenido lluvias fuertes y las carreteras están llenas de pequeñas piedras por los desprendimientos.







Después me acerco hasta la Presa de Meriga, en medio de un bosque cerca de Agulo, y doy un paseo rodeándola. 








Finalmente, conduzco unamos 50 minutos hasta San Sebastián, donde voy a pasar la última noche en el Parador. Almuerzo en la terraza de la cafetería (Almogrote y calamares fritos) y leo un poco en la terraza de la habitación, que da a los jardines. 






Mientras miro la piscina, al anochecer, recuerdo que me bañé en diciembre en Lanzarote hace muchos años, cuando estuve con mi padre y me acuerdo de él. Le echo de menos. Me viene a la mente su lección de disfrutar de la vida todo lo que se pueda. 

7 de enero 

Me levanto sobre las 6:30 para desayunar en cuanto abre el comedor, a las 7:30. 







A las 8 estoy saliendo ya del parador. El temporal ha llegado también a Canarias y tenemos lluvia, viento y nieblas, por lo que la conducción es incómoda, aunque los 45 minutos que tardo en llegar al aeropuerto voy yo totalmente solo por mi sentido en la carretera. Llego sin mayor incidencia al aeropuerto, algo mayor que el del Hierro, pero también chiquito, facturó rápidamente (solo tengo una persona delante) y devuelvo las llaves del coche. 

Por desgracia, cancelan el vuelo a Tenerife por el temporal. Me toca coger el barco y cambiar el vuelo hacia Madrid por otro que sale a las seis y media de la tarde desde Tenerife Sur. Una faena, porque, además, aunque Binter me paga el ferry y nos lleva en autobús hasta el puerto de San Sebastián (a cambio no nos devuelven el precio del billete), tengo que pagar 78 euros para cambiar el billete de Iberia, que se suman a 25 de taxi desde el puerto de Tenerife y otros 35 que había pagado ayer para volar en business en el vuelo. Encima, el minibús del aeropuerto al puerto de La Gomera va lleno. Creo que es el principal riesgo que he corrido con el Covid en muchos meses. 

Por lo menos, salgo de La Gomera viendo la isla en barco. 









En el aeropuerto de Tenerife tras pasar el control de seguridad anuncian casi dos horas de retraso del vuelo a Madrid. 

El vuelo sale a la nueva hora prevista, pero el día es, desde luego, accidentado. En el aeropuerto le doy un golpe al Ipad sin darme cuenta y luego veo que se ha rajado parte de la pantalla, aunque por lo menos no es mucho y sigue funcionando. En Madrid tardamos una hora en desembarcar del avión, porque nos han enviado, al parecer, a un parking distinto al previsto inicialmente y tenemos que esperar a que traigan escalerillas y autobús. El comandante está indignado y hasta aconseja el pasaje reclamar. 

Cuando traen la escalerilla resulta que está llena de nieve y hielo. El comandante aconseja a los que tengan calzado apropiado y se atrevan que desciendan del avión, porque luego añade que no hay escalerillas limpias y que van a traer un elevador pero no sabe cuándo... casi todo el mundo abaja del avión. La verdad es que descendiendo con cuidado y agarrándose a la barandilla no es difícil. 

No me caigo al bajar del avión pero me resbalo al lado del coche en el parking, en un charco de hielo derretido que no veo... 

Conduzco hacia Cercedilla ya pasada la una y media de la noche. La carretera está despejada, salvo un pelín de nieve desde Villalba a Guadarrama, y va prácticamente vacía, pero me cuesta conducir porque estoy cansado desde las seis y media en pie. 

Sobre las dos y media llego a Cercedilla y para rematar el día explota una bombilla al encender la luz de la cocina. Pero ya estoy en casa después de un viaje que ha estado muy bien desde el punto de vista paisajístico y de senderismo, aunque el estado anímico está vez no haya sido el mejor. 

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